Cercedilla Patrimonio cultural

Iglesia Parroquial de San Sebastián

Un tesoro arquitectónico y religioso.

Un tesoro arquitectónico y religioso

Enclavada en lo más alto del casco antiguo de Cercedilla, la iglesia parroquial de San Sebastián se alza como un símbolo histórico y religioso en el corazón del pueblo. Dedicada a San Sebastián, copatrono de la Villa junto a Nuestra Señora de la Natividad, esta iglesia ha sido testigo de siglos de devoción y evolución arquitectónica.

Para empezar

Ubicación y cronología

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La Iglesia Parroquial de San Sebastián en Cercedilla se encuentra en la Calle de la Iglesia, número 2, situada en el corazón del casco antiguo de la localidad. A lo largo de los siglos, ha experimentado varias etapas de construcción y remodelación que abarcan diferentes periodos:

 

  • Basamento de la torre y capilla bautismal: siglos XIII-XIV.
  • Nave y campanario: finales del siglo XV, con la incorporación del capitel en 1954.
  • Pórtico: siglos XVI-XVII.
  • Crucero, presbiterio y sacristía: finalizada en 1704.
  • Capilla del Santísimo Cristo de la Clemencia: construida en 1736 y restaurada en 1837.
  • Retablo mayor: proyectos en 1714, finalización en 1717, restauración en 1955.
  • Reja del pórtico: construida en 1741, restaurada y reformada en 1954.

Autores destacados:

Diversos artesanos y arquitectos contribuyeron al diseño y construcción de la iglesia, dejando su huella a lo largo de los siglos:

  • Crucero, presbiterio y sacristía: Diseñados por Miguel López; la cúpula fue obra de Agustín Díaz y José Prieto.
  • Retablo mayor: El proyecto fue liderado por José Revengano, y la restauración posterior fue realizada por los Talleres Emilio Tudanca.
  • Reja del pórtico: Diseñada por Juan Rubio de la Mata, su restauración y reforma posterior estuvo a cargo de Pedro Cuesta Bermejo.

 

Uso y propiedad

La Iglesia Parroquial de San Sebastián en Cercedilla tiene un propósito religioso y sigue siendo un lugar de culto y devoción para la comunidad local. La propiedad de la iglesia está bajo la autoridad eclesiástica correspondiente, lo que subraya su importancia como centro espiritual en la región.

 

Nivel de protección:

El edificio de la iglesia está protegido con el grado 1° de protección integral, de acuerdo con las Normas Complementarias y Subsidiarias de Planeamiento establecidas en 1985. Esta designación destaca su valor histórico, arquitectónico y cultural para la localidad y la región circundante.

Ficha técnica

El edificio se presenta como una estructura exenta con una planta de cruz latina, conformando una nave única orientada canónicamente. No obstante, el acceso no se realiza directamente por el eje longitudinal debido a la presencia de la torre-campanario en el camino, sino que se efectúa a través de un pórtico en la fachada del mediodía, lo que permite una clara distinción de los diferentes elementos que componen la iglesia: la torre, la nave con el pórtico y la capilla bautismal, y el crucero con la sacristía y la capilla del Cristo de la Clemencia.

La torre, de planta cuadrada, es uno de los elementos más antiguos del conjunto. Su base de mampostería vista con esquinales de sillería maciza sugiere un posible origen defensivo. Esta estructura se extiende hasta aproximadamente el nivel del coro alto. Aquí, inicia una escalera interior de piedra que conduce al nivel del cuerpo de campanas, evidenciado en el exterior por una cornisa ornamentada con bolas. Este último, construido con robustos muros de sillería, exhibe cuatro amplias aberturas con arcos de medio punto adovelados, dos en la fachada orientada al mediodía y una sola en las fachadas este y oeste. En contraste, el alzado norte permanece completamente ciego, con la excepción de una pequeña abertura para la entrada de luz, enmarcada por jambas y un dintel monolíticos, aunque actualmente cerrada con ladrillos. Sobre esta estructura del campanario, se añadió en épocas anteriores un componente de ladrillo enfoscado, rematado por una cornisa de granito que se asemeja a la mencionada previamente. El conjunto culmina con un pequeño chapitel a cuatro aguas, cubierto de baldosines catalanes, que sostiene una representación contemporánea del Sagrado Corazón.

El cuerpo de la nave se configura como un espacio rectangular de aproximadamente diez metros de ancho y cerca de veinte metros de longitud. Su delimitación en la entrada está marcada por un antiguo muro de mampostería vista, el cual exhibe una pequeña puerta de ingreso coronada por un arco adovelado de medio punto y protegida por una reja de forja del siglo XVIII. Esta puerta se encuentra desplazada hacia un costado de la torre. En el lado norte, el muro enfoscado se divide en cuatro segmentos mediante contrafuertes de sillería. Es notable la presencia de una cornisa volada de remate en el tramo más occidental, próximo a los pies de la nave, sostenida por siete canecillos.

En cuanto a la fachada sur, en su estado original exhibía una disposición similar, con la excepción de una puerta de entrada ubicada en uno de los tramos y la presencia de un baptisterio adosado en el extremo occidental. Sin embargo, en una etapa posterior se realizó una adición en conexión con este último elemento. Se incorporó un pórtico cubierto compuesto por tres arcos ligeramente rebajados, los cuales descansan sobre columnas de estilo toscano con fuste monolítico que se transforman en semicolumnas en los extremos. En la parte superior de esta secuencia de arcos se extiende una cornisa de granito con una forma similar al pecho de paloma, la cual cumple la función de soportar el tejado. Este tejado se extiende en continuidad con la cubierta a dos aguas y está construido con madera recubierta de tejas cerámicas, abarcando así toda la extensión de la nave.

Al interior se accede a través de una puerta con un arco de medio punto, precedida por una escalinata. En el interior, el espacio se divide en cuatro tramos idénticos mediante tres arcos fajones de forma semicircular. Estos arcos, a excepción del que conduce al crucero, descansan sobre pilastras laterales que están decoradas con molduras y se alinean con los contrafuertes exteriores. Los arcos diafragmáticos y las pilastras están construidos con sillería, mientras que los muros y las enjutas están hechos de mampostería vista, aunque en el pasado probablemente estuvieron enlucidos. La cubierta tiene forma de artesa y está compuesta por una serie de parejillos y correas de madera, recubiertos con tablazón.

En el primer tramo, situado en los pies de la nave, se encuentra el coro elevado. Este coro tiene un entramado de tablas y viguetas de madera, sostenido por una gran viga del mismo material. Esta viga a su vez se apoya en dos semicolumnas ochavadas de estilo gótico, que están adosadas a las pilastras extremas. Justo debajo de este coro, en el muro sur, se abre una puerta con arco y molduras también de estilo gótico. Esta puerta conduce a la capilla bautismal, en la que se pueden apreciar una pila monolítica tallada en gajos irregulares, datable en los siglos XIII o XIV, y una alacena empotrada en el espesor del muro que conserva las portezuelas originales de esa época.

La cabecera, de estilo barroco, se encuentra separada de la nave por un arco toral y adopta una planta en forma de T, compuesta por los brazos del crucero y la capilla mayor. A su lado se anexan la sacristía hacia el este y la capilla del Cristo de la Clemencia hacia el sur. Exteriormente, se presenta como un volumen prismático construido en mampostería vista, con esquinas realzadas por sillería. Culmina con una cornisa de piedra finamente tallada en forma de pecho de paloma, sobre la cual destaca el cimborrio cuadrado que alberga la cúpula central. Este cimborrio está construido con paredes encaladas y está coronado por una cubierta de tejas árabes en cuatro aguas. Tanto la sacristía como la capilla comparten características similares, aunque en una escala más reducida.

En el interior, en las esquinas bajo la cúpula, se encuentran pilastras toscanas en parejas dispuestas en ángulo. Estas pilastras sostienen un entablamento continuo sobre el cual se apoyan las bóvedas de cañón que cubren el crucero y la capilla mayor. El espacio central está cubierto por una bóveda semiesférica, sin linterna ni tambor, que se apoya directamente sobre las pechinas angulares. Esta cúpula está adornada con molduras que forman ocho segmentos, mientras que las pechinas presentan cuatro «tondos» con imágenes pintadas de los Evangelistas. En continuación con el presbiterio, y construida simultáneamente, se encuentra la sacristía. En esta área destaca un impresionante lavamanos de granito empotrado en la pared, que en su época costó 130 reales. Posteriormente, se erigió una capilla adicional en el brazo sur del crucero, aunque carece de relevancia significativa.

Un aspecto compartido en todo el recinto del templo, merecedor de resalte, es su magnífico solado de piedra, que forma una retícula de losas graníticas que cubre la nave y el transepto. Este suelo está compuesto por una trama de losas graníticas que descansan en grupos de tres sobre nervaduras también elaboradas en el mismo material. Estas nervaduras coinciden con las ubicaciones de las tumbas, ya que en este lugar se llevaron a cabo entierros hasta el año 1834. Esta práctica constituía una de las principales fuentes de ingresos para la parroquia, pues los costos estaban meticulosamente regulados según la proximidad al Altar Mayor. Otras fuentes de ingresos incluían las capellanías, las misas y los «censos» o arriendos de propiedades dejadas en herencia por individuos. Además, se sumaban las ofrendas durante los bautizos y las donaciones caritativas. Como anécdota curiosa, se relata que durante las misas en memoria de los difuntos, los familiares del fallecido encendían velas sobre su tumba, colocándolas directamente sobre el pavimento.

Historia y Restauraciones

Aunque la fecha precisa del inicio de la construcción de la iglesia parroquial de Cercedilla es incierta, Miguel y Eced sugiere que los restos más antiguos preservados, que abarcan el basamento de la torre y los muros exteriores del primer tramo de la nave y de la capilla bautismal, podrían datar de los siglos XII o XIII. Cantó Téllez, en cambio, posterga esta fecha hasta el siglo siguiente y, junto a Ortega Rubio, menciona una posible influencia bizantina.

En cuanto a la nave y el cuerpo superior de la torre, su construcción probablemente tuvo lugar a finales del siglo XV o principios del XVI. Esta conclusión se desprende de las decoraciones de bolas que adornan las cornisas del campanario y los capiteles de las semicolumnas que soportan el coro, elementos ornamentales que experimentaron su auge durante el reinado de los Reyes Católicos.

Si bien no se dispone de información sobre el aspecto original de la cabecera en esa época, es probable que consistiera en un testero plano o poligonal. No obstante, se tiene constancia de que en 1612 se encargó a Juan Ruiz de Castañeda, escultor toledano discípulo de Becerra, y al pintor Francisco Granello, nieto de «El Bergamasco», la creación de un nuevo retablo mayor para la iglesia. Esta obra, de estilo herreriano, se completó en la Ciudad Imperial alrededor de 1619 y fue instalada en el templo dos años después por el dorador y ensamblador toledano Miguel González. El retablo presentaba una predela decorada con pinturas sobre la que se alzaban tres calles separadas por columnas corintias. Los laterales contaban con cuatro lienzos representando la Anunciación, la Visitación, la Presentación en el Templo y la Adoración de los Reyes. En la calle central se ubicaba una hornacina avenerada con un arco de medio punto, adornada con motivos vegetales en las enjutas. Sobre estas calles se desplegaba un entablamento recto con sutiles resaltes en consonancia con las columnas, y culminaba en un ático decorado con una pintura de la Asunción de la Virgen, coronado por un frontón triangular.

En este mismo período, se habría levantado, según Miguel y Eced, el pórtico orientado al mediodía que resguarda la entrada. Este pórtico exhibe similitudes con otras construcciones similares de los siglos XVI y XVII. Hacia el final de dicho siglo, en 1693, se encomendó al ensamblador y arquitecto madrileño Joseph de la Torre la tarea de crear un nuevo retablo para un altar lateral dedicado a Nuestra Señora del Rosario, quien fungió como patrona del pueblo hasta 1940. Asimismo, este mismo arquitecto llevó a cabo la construcción de una escalera de acceso al púlpito dos años después, en 1695. Este púlpito había sido inicialmente realizado en 1694 por el maestro cerrajero madrileño Francisco Fernández, presentando una barandilla formada por balaustres anillados.

En ese mismo período, es probable que se haya iniciado la construcción de la nueva cabecera y la sacristía. En 1702, se estaba ajustando el costo de la piedra para la cornisa de remate de la cabecera con el cantero Juan Bacas. La ejecución de esta parte del edificio, siguiendo los planos del maestro madrileño Miguel López, quien visitó Cercedilla para la planificación, implicaba una bóveda sumamente rebajada en forma de platillo para cerrar el crucero. Sin embargo, a solicitud de los habitantes del lugar, esta bóveda fue reemplazada por la actual de media naranja, lo que se refleja en el inusual cimborrio que se observa sobre el techo del transepto. Esta cúpula recién construida, realizada con un doble tablero de ladrillo macizo fabricado en la propia localidad, fue diseñada por los maestros madrileños Agustín Díaz y José Prieto, quienes tomaron el control de la dirección de la obra tras el fallecimiento del arquitecto original. La celeridad con la que avanzaron las obras se debió a contribuciones económicas excepcionales del Duque del Infantado y del Cardenal Portocarrero, culminando en su finalización en 1704. Sin embargo, es posible que esta misma velocidad haya contribuido a la rápida degradación de la cubierta. En efecto, en 1708, apenas cuatro años después de completar la expansión, el inspector eclesiástico requirió la retención de la capilla con tejas de alta calidad en lugar de las originales, fabricadas en Cercedilla. Además, se tuvo que reemplazar la estructura de soporte debido al deterioro de la madera, un trabajo que se realizó en 1716.

Naturalmente, la conclusión del nuevo crucero requería la creación de un retablo mayor en armonía con sus dimensiones, para reemplazar al previamente mencionado, que en aquel entonces fue trasladado a un muro lateral. La elaboración de este nuevo retablo se acordó en 1714, y se encomendó el diseño al maestro ensamblador de Segovia, José Revengano, quien recibió la madera aserrada y otros materiales necesarios. Aunque la construcción del retablo se llevó a cabo en los dos años siguientes, para 1717 aún no se había dorado, permaneciendo en este estado hasta 1751. Fue en este año cuando finalmente se logró completar la obra, gracias a la contribución de «cinco mil y setecientos cincuenta reales» donados por la Cofradía de Santa Catalina en 1726, además de los ingresos generados por el robledal de la Mata del Cristo en la Dehesa de la Golondrina, propiedad de los bienes de la localidad.

Este retablo se configura como una grandiosa obra churrigueresca, compuesta por predela, cuerpo principal y ático de coronación, dividido en tres secciones por columnas salomónicas sostenidas por ménsulas ricamente ornamentadas con pámpanos y querubes. Las columnas laterales albergan dos puertas de acceso a la sacristía en la base, mientras que en el cuerpo principal, las ménsulas voladas soportan esculturas de bulto redondo. En la sección central de la predela se encuentra el templete del sagrario, sobre el cual se eleva una imponente hornacina resaltada. Esta hornacina, cubierta por un arco semicircular sostenido por estípites laterales, está decorada con una cortina sostenida por angelotes. Siguiendo esta temática, en consonancia con la hornacina y sobre el entablamento, que está adornado con ménsulas y tiene un saliente pronunciado, se alza un ático semicircular que se adapta a la forma curva de la bóveda. En el centro de este ático se encuentra una pintura de la Asunción, flanqueada por dos angelotes esculpidos, coronado por un escudo de gran tamaño con un florón que data de 1725. Cabe mencionar como curiosidad que el templete del sagrario originalmente estaba empotrado en el espesor del muro, con un hueco perforado a tal efecto por el maestro albañil Domingo Fernández. Este hueco, construido en 1715 y rematado por un arco rebajado, se abría directamente hacia la sacristía y todavía se puede ver transformado en una hornacina. Diseñado siguiendo la moda barroca de los «transparentes», el espacio alrededor del sagrario permanecía diáfano, aunque para mayor seguridad se cerraba con una reja de forja que lamentablemente ya no existe en la actualidad.

La última empresa significativa del siglo XVIII fue la erección en 1736 de la capilla del Santísimo Cristo de la Clemencia. Hasta ese momento, según lo constatado por un registro de defunción de 1732 consignado en los archivos parroquiales, esta imagen era venerada en un altar adosado al brazo sur del crucero. En línea con esta ubicación, se erigió la nueva capilla, cuya financiación provino de los recursos obtenidos mediante el carboneo del mencionado monte de la Mata del Cristo.

A estas labores de mejora se agregan numerosas intervenciones menores, como la restauración del órgano en 1703 a cargo del maestro organero Fausto González, quien contó con la colaboración de su asistente Andrés Gabarria. Asimismo, en 1740, el pintor segoviano Luis Vidal decoró las pechinas con cuatro medallones que representan a los Evangelistas, además de pintar un San Sebastián en el techo de la sacristía. También se llevaron a cabo la instalación de verjas de forja para cerrar el pórtico principal, frente a la entrada, estas rejas fueron fabricadas por un herrero de Collado Mediano, quien grabó una inscripción en la propia reja que dice: «Año de 1741. Esta obra la hizo Juan Rubio de la Mata por mandato del Señor Licenciado Juan Grande. Cura propio».

En aproximadamente esa época, en 1746, la iglesia de Cercedilla desempeñó un papel crucial al convertirse en un lugar de parada obligada para el cortejo fúnebre de Felipe V. Su cuerpo estaba siendo trasladado por la calzada de la Fuenfría hacia su destino final en la Colegiata de La Granja de San Ildefonso. Durante la noche del 19 de julio de ese mismo año, su féretro fue velado en la iglesia, y para este propósito se erigió un túmulo conmemorativo. Dos décadas más tarde, un evento similar tuvo lugar cuando los restos de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, siguieron el mismo recorrido, permaneciendo en la parroquia de Cercedilla desde el 15 hasta el 16 de julio de 1766.

A partir de ese momento, las únicas intervenciones realizadas se limitaron a pequeñas reformas y labores de rehabilitación. En 1837, el párroco de la época observó que la capilla del Cristo de la Clemencia, erigida apenas un siglo atrás, se encontraba en un estado de deterioro completo. Por lo tanto, solicitó su restauración financiada con recursos propios. Más tarde, alrededor de 1916, el chapitel que coronaba la torre sufrió daños y se perdió. Originalmente coronado por una pequeña linterna con cuatro arcos sostenidos por columnas, rematado por una aguja, en 1920 se cubrió provisionalmente con un tejado de cuatro aguas. Sin embargo, dos años después volvió a sufrir daños, y no se resolvió el problema de manera definitiva hasta la década de 1950, bajo el liderazgo del párroco D. Enrique Vera. Fue durante su mandato que se construyó la cubierta actual de la torre. Además, el mismo sacerdote promovió la restauración y expansión de las verjas de hierro del pórtico, como se registra en una inscripción que se encuentra grabada en el propio material, junto a la original del siglo XVIII. Dicha inscripción reza: «Pedro Cuesta Bermejo restauró y alargó estas verjas de hierro, por orden del párroco D. Enrique Vera Iñiguez, Cercedilla, julio de 1954».

Además, en ese periodo se llevaron a cabo otras reformas que incluyeron la restauración de la capilla del Cristo de la Clemencia, que fue consagrada en 1954 en memoria de los «caídos» durante la Guerra. También se procedió a la eliminación de algunas estructuras auxiliares adosadas que habían afectado la apariencia del edificio durante mucho tiempo. Estas modificaciones ya habían sido documentadas en un croquis de la iglesia elaborado en 1892, específicamente en relación a la fachada norte.

En el año siguiente, en 1955, los Talleres Emilio Tudanca llevaron a cabo la restauración del retablo mayor. Este retablo había sufrido daños durante la Guerra Civil de 1936, en la cual perdió la mayoría de sus imágenes. Entre las pérdidas se encontraba la figura de San Sebastián que ocupaba la hornacina central, la cual fue reemplazada por un Cristo crucificado de estilo barroco. Además, las esculturas de San Pedro y San Pablo en las peanas laterales también fueron afectadas, y en su lugar se colocaron esculturas modernas de San Antonio y San Luis Gonzaga. Durante esta restauración, se tomó la oportunidad para reconfigurar el altar, adelantándolo y  ajustándolo a las nuevas tendencias litúrgicas. Sin embargo, este cambio implicó la destrucción parcial de la composición original.

Una suerte más adversa afectó a los restantes retablos, que durante la guerra fueron completamente devastados. No obstante, los altares de estos retablos nos son conocidos gracias a diversos listados que datan del final del siglo pasado. Por ejemplo, Marín Pérez, en 1889, hace referencia a los altares consagrados a la Purísima, San Roque, San José, San Blas, Cristo de la Clemencia, Virgen del Rosario, que muy probablemente sea el original de 1693 previamente mencionado, y Santa Catalina. Esta última imagen posiblemente provenga de la desaparecida ermita homónima, y se considera que debido a su «mediano estado y escasa superficie», ya no era apta para la celebración. Además de esta relación, también se debe añadir el altar dedicado a Nuestra Señora de los Dolores, el cual es citado en un acta de 1895. En esta misma acta se hace mención de una estatua de bronce de San Pedro, una reproducción del original venerado en Roma, que se exhibía en una urna en la iglesia y que actualmente se encuentra resguardada en el archivo parroquial.

Durante la Guerra Civil, la mayoría de los objetos litúrgicos también se perdieron, a pesar de que en el pasado habían conformado un tesoro valioso y abundante. Un antiguo inventario datado en 1685 registraba en esa época dos cruces normales y cinco de estandartes, dos vinagreras, un portapaz, una copa, cuatro coronas, una custodia con viril, una caja grande para las formas, dos ángeles, una media luna, cinco crismeras, tres cálices, un incensario y cuatro cetros, todos elaborados en plata. Además, había una infinidad de casullas, dalmáticas, frontales bordados, capas y palios. De esta riqueza material, apenas subsisten fragmentos que se encuentran resguardados en la sacristía. En este espacio, se pueden contemplar varias pinturas antiguas que representan a San José, Santa Margarita de Alejandría y la Virgen del Rosario. También, se conservan dos antiguas cajoneras: una de estilo barroco del siglo XVIII y la otra que marca la transición entre el gótico y el Renacimiento. Esta misma sacristía sufrió una reforma significativa durante la Guerra, durante la cual se abrió una puerta directa al exterior en su fachada norte. Recientemente, esta apertura ha sido cerrada y convertida en un armario.

Conclusión

La iglesia parroquial de San Sebastián en Cercedilla es mucho más que un simple edificio religioso. Es un testigo silencioso de siglos de historia y devoción, un ejemplo de arquitectura que ha evolucionado a lo largo de los años. Desde su basamento medieval hasta su cabecera barroca y sus capillas añadidas, este edificio encierra en sus muros la esencia de la comunidad que lo ha venerado durante generaciones. A pesar de los desafíos y las restauraciones, sigue en pie, recordando a los lugareños y visitantes la importancia de la fe, la tradición y el arte en la historia de Cercedilla.

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